Rachid Azaiter
Nació hace 28 años en la ciudad de Marrakech. En Marruecos, se ganaba la vida como fontanero. Sin embargo, en su país no hay oportunidades laborales dignas para alguien como él y se dirige a Verona, en Italia, donde vive un hermano suyo. Quiere trabajar en el campo.
Se trasladó en una patera hacia Canarias, dejando atrás a su familia: una madre, un padre, abuelas y abuelos, una hermana y otro hermano. En el campamento de Las Raíces no puede vivir tranquilo: hay mucha gente en poco espacio, la alimentación es deplorable, la atención sanitaria y psicológica es insuficiente, resulta difícil conciliar el sueño con todos los problemas que arrastraba junto a los que tiene ahora, el ruido de los aviones y helicópteros no deja escuchar a todos los pájaros que rodean la zona, el frío llega hasta el más oculto de los huesos, las condiciones son inhumanas.
Su pasaporte está caducado y busca solicitar protección internacional por motivos humanitarios. Sin embargo, los medios destinados para gestionar estas peticiones son escasos y los procesos se dilatan en el tiempo. Mientras, Rachid, como los demás, espera.
Rachid Azaiter
Nació hace 28 años en la ciudad de Marrakech. En Marruecos, se ganaba la vida como fontanero. Sin embargo, en su país no hay oportunidades laborales dignas para alguien como él y se dirige a Verona, en Italia, donde vive un hermano suyo. Quiere trabajar en el campo.
Se trasladó en una patera hacia Canarias, dejando atrás a su familia: una madre, un padre, abuelas y abuelos, una hermana y otro hermano. En el campamento de Las Raíces no puede vivir tranquilo: hay mucha gente en poco espacio, la alimentación es deplorable, la atención sanitaria y psicológica es insuficiente, resulta difícil conciliar el sueño con todos los problemas que arrastraba junto a los que tiene ahora, el ruido de los aviones y helicópteros no deja escuchar a todos los pájaros que rodean la zona, el frío llega hasta el más oculto de los huesos, las condiciones son inhumanas.
Su pasaporte está caducado y busca solicitar protección internacional por motivos humanitarios. Sin embargo, los medios destinados para gestionar estas peticiones son escasos y los procesos se dilatan en el tiempo. Mientras, Rachid, como los demás, espera.
