Las personas que migran dejan un vacío en sus lugares de origen. En sus casas se palpa su falta: madres, padres, hermanxs, hijxs que ya no ven cada día a la persona que viajó en búsqueda de mejores condiciones de vida, en la mayoría de los casos, para el bien familiar. Sus barrios cuentan con un habitante menos. En los círculos de amistades hay alguien que ya no está. Las redes de pesca, las azadas o los martillos para trabajar ahora no los usan la misma persona. El sitio que ocupaba en la cotidianeidad de su entorno cercano ahora está desierto.
Ir a la raíz retrata la ausencia de la persona que migró, se sumerge en los lugares de origen, se acerca a las familias, a los pueblos y ciudades desde las que partieron los protagonistas. Conlleva aproximar, humanizar y empatizar con las historias. Contribuye a entender las circunstancias. Supone emprender el viaje a la inversa. Implica comprender el vacío que deja la persona que migró, cómo impacta su partida en su entorno familiar y cercano, qué noticias les llegan, qué emociones transitan ante la incertidumbre constante, cómo se experimenta la espera…
Ir a la raíz se convierte en una metáfora de tratar los relatos, las vivencias y los proyectos que encierran las personas que esconden las estadísticas.
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